“¡Cuidado, está atrás!”
Me pregunto, a veces: ¿quiénes serán los malos? Cuando camino por calle miro a la gente y no encuentro a los malos. Las caras son de gente buena o a lo sumo de gente semi muerta, confundida si se quiere, que deambula sin pergeñar el mal, sin tener un plan de a quién joder o a quién matar.
Me senté en una confitería hace unos días a mirar. No, no, no había caras de gente enferma, no había conductas que develaran personalidades antisociales. Por supuesto que siempre está el rengo, el deforme, el retardado, la vieja con cara de loca, el maricón lascivo, el pendejo que vive caliente, el galán maduro que posa en dandy, la solterona casi alcohólica llena de tics, las parejas que discuten y los pobres que venden flores o curitas. Pero más allá de una conducta casi humana y natural de la especie, no veo a los malos. Necesito que alguien, como en un teatro de títeres, me grite de una vez: “Allá, allá atrás, ahí está”.
Me carcomía la idea de encontrar al malo. Pasaba la multitud y la convertía en cada uno de ellos. Me detenía en cada persona que pasaba y me proponía encontrar al malo. Nada, el malo no aparecía, o por lo menos yo no lo veía. Estaba el maleducado, el mirón, la putita que pide bomba, el busca, la tonta, el vivo, la distraída, el fumón, la charlatana, pero seguía sin encontrar a los malos.
Hay, por día en el mundo, cientos y miles de casos de robos, de abusos sexuales, de violaciones, de asesinatos, de palizas, de torturas, de envenenamientos, de traiciones espantosas. Y esa gente no es verde, ni le sale humo por la nariz y hace “gggrrrrrrrrr”. No, no, señoras y señores, esa gente somos nosotros. ¿Dónde están los malos?
No puede ser que de toda la gente que uno ve o se cruza por la calle o por la vida, no haya un malo. ¿Entonces quiénes son los malos?, me volvía a preguntar. Y la respuesta llegó solita: los malos somos nosotros. Nosotros cuando estamos enfermos, locos, dolidos y ya no podemos mas. Nosotros cuando hacemos lo que queremos. Nosotros, al natural.
Hace unos años, mirando Intrusos, la tertulia de la tarde de Rial, escuche la frase más patética y acertada que había escuchado en años. Silvia Süller, tal vez sin querer decir algo impresionable o inteligente, dijo, hablando de Soldán: “Si a mí me aseguraran que yo no voy presa, lo mataría”. Epa, salute, ¡chupate esa mandarina!
Somos buenos por la penitencia que puede venir si procedemos con nuestra maldad. Es aterrador, desesperante pero es así, creo.
Me senté en la misma confitería días después y vi a todos malos. Allí estaban. Todos los malos somos todos nosotros. Siempre, a todo momento. La bondad es solamente un acto de cobardía, casi de pereza.
Vi en todos nosotros, de pronto, al violador, al abusador, al asesino, a la envenenadora, al ladrón, al traidor y al torturador. Sus caras eran la clara muestra de una gárgola que está dispuesta a todo. Las facciones de todos nosotros se iban transformando y veía, como en una película, a los personajes malvados, a los malos.
Los malos estamos acá, dispuestos a accionar en cualquier momento. Los malos somos todos. No me mires mal, no me tengas miedo, o por lo menos no me tengas menos miedo que el que te tenés que tener a vos mismo. La tragedia de soportar la felicidad inmensa de estar vivos nos hizo malos. Nos malcrió. Es que es tan sospechosa la felicidad que ocurre cuando nos damos cuenta de que estamos vivos, que nos da bronca no ser felices.
Tengamos cuidado, extremo cuidado, con nosotros mismos y no te excluyas. Viví aterrado, sospechando del otro porque el otro es un malvado hijo de puta. Cuidado con todos, cuidado con nosotros, cuidado señoras y señores, cuidado con todos porque estamos a punto de cometer lo peor en todo momento. Comprate una alarma, un revólver. Che, boludo, ¡¿cómo que entregaste el arma en plan de desarmarte?! No seas idiota, querés, y entendé que nos van a matar a todos, o todos nos vamos a matar, que es lo mismo o peor. Cuidado con todos, hasta con la viejita que pide. Qué miedo me da que no tengas el auto blindado, bobo. Comprate un espejo retrovisor de esos que vienen para el hombro, y cuidate del que viene caminando atrás. No digas nada a nadie, no comentes, no des tu mail guarda que el celular está pinchado sacale la batería, si tenés que charlar de algo serio no te vayas de tu casa sin dejar alguna luz encendida, no dejes el auto sin la traba del volante, no des ni la hora.
Es tarde te va a matar el menos esperado, ¡tarado! Esto es un anuncio de suma importancia, lo escribí en una confitería: ¡los malos somos todos!
No vayas más al cine, es peligrosísimo: el de atrás tiene un cuchillo. No pares a cargar nafta, te roban. Cuando se te pare el auto dejalo ahí nomás. No preguntes ni la hora. Venden unos rociadores que vienen en un envase como el Off para paralizar a los delincuentes, llevate uno en la cartera o en el bosillo del caballero. No duermas, últimamente es mortal. Te cuento cómo es: viene uno al que ni escuchas, sigilosamente se hace el hombre arana, entra por la ventana y te pone un caño en la sien, preguntale a Laje. No comas nada, se comenta que las grandes empresas de fast food le están poniendo veneno a las hamburguesas. No mires mal a nadie, ahora por mirar mal te matan. Buscá sentarte solo en el colectivo o en el tren, el que se te sienta al lado es el asesino. Ni se te ocurra ir a un restaurante a comer, todos los comensales allí presentes tienen un plan, consiste en lo siguiente: esperar a que te sientes, cerrar las puertas y matarte, por supuesto sin antes robarte.
No salgas del país, se comenta que el personal de migración anda buscando al desertor. Te comento cómo es: te miran la documentación, la cara, documentación, cara, documentación, cara y ¡pum!, sacan un puñal y te la dan. A veces el títere que grita, grita para confundir al otro títere y darle por atrás.
Yo sé que nadie me va a tomar en serio, y esto me llena de impotencia y desesperación, pero te pido por favor: andá a la ferretería y comprá candados y, si es posible, cadenas también ¡Ah! Venden unos carteles de “cuidado con el perro” que son muy convenientes. Ya que estás comprate una traba para la puerta y un rastrillo por si el mal está debajo de la cama. También divorciate, es tu pareja el traidor. Por supuesto, poné rejas en todas las ventanas y en la memoria 1 del teléfono de la mesa de luz no tengas a la cana. Te juro por Dios, haceme caso, es mejor no salir más, quedate en casa y cocinate rico, alquilate una película y andate a dormir tranquilo.
Me imagino que ya tenés la parejita de rotweillers ¡Uf! Menos mal. Bue, ellos te van a avisar, nunca subestimes cuando chumba esa raza. ¿Tu alarma tiene botón de “panic”, no? Bueno, ahora sí me quedo tranquilo, ahora no te va a pasar nada.
Ah, me olvidaba… Esta cabecita mía… es que estoy de novio, ¿viste? El último consejo: vos podés ser extremadamente peligroso para vos, matate, a ver si te matas, ¿viste? Mañana llamame así me quedo tranquilo que no te pasó nada, pero llamame, eh. Ah, ¡no! Cierto que estas muerto. Perdoname, es que me estoy volviendo loco.
Me pregunto, a veces: ¿quiénes serán los malos? Cuando camino por calle miro a la gente y no encuentro a los malos. Las caras son de gente buena o a lo sumo de gente semi muerta, confundida si se quiere, que deambula sin pergeñar el mal, sin tener un plan de a quién joder o a quién matar.
Me senté en una confitería hace unos días a mirar. No, no, no había caras de gente enferma, no había conductas que develaran personalidades antisociales. Por supuesto que siempre está el rengo, el deforme, el retardado, la vieja con cara de loca, el maricón lascivo, el pendejo que vive caliente, el galán maduro que posa en dandy, la solterona casi alcohólica llena de tics, las parejas que discuten y los pobres que venden flores o curitas. Pero más allá de una conducta casi humana y natural de la especie, no veo a los malos. Necesito que alguien, como en un teatro de títeres, me grite de una vez: “Allá, allá atrás, ahí está”.
Me carcomía la idea de encontrar al malo. Pasaba la multitud y la convertía en cada uno de ellos. Me detenía en cada persona que pasaba y me proponía encontrar al malo. Nada, el malo no aparecía, o por lo menos yo no lo veía. Estaba el maleducado, el mirón, la putita que pide bomba, el busca, la tonta, el vivo, la distraída, el fumón, la charlatana, pero seguía sin encontrar a los malos.
Hay, por día en el mundo, cientos y miles de casos de robos, de abusos sexuales, de violaciones, de asesinatos, de palizas, de torturas, de envenenamientos, de traiciones espantosas. Y esa gente no es verde, ni le sale humo por la nariz y hace “gggrrrrrrrrr”. No, no, señoras y señores, esa gente somos nosotros. ¿Dónde están los malos?
No puede ser que de toda la gente que uno ve o se cruza por la calle o por la vida, no haya un malo. ¿Entonces quiénes son los malos?, me volvía a preguntar. Y la respuesta llegó solita: los malos somos nosotros. Nosotros cuando estamos enfermos, locos, dolidos y ya no podemos mas. Nosotros cuando hacemos lo que queremos. Nosotros, al natural.
Hace unos años, mirando Intrusos, la tertulia de la tarde de Rial, escuche la frase más patética y acertada que había escuchado en años. Silvia Süller, tal vez sin querer decir algo impresionable o inteligente, dijo, hablando de Soldán: “Si a mí me aseguraran que yo no voy presa, lo mataría”. Epa, salute, ¡chupate esa mandarina!
Somos buenos por la penitencia que puede venir si procedemos con nuestra maldad. Es aterrador, desesperante pero es así, creo.
Me senté en la misma confitería días después y vi a todos malos. Allí estaban. Todos los malos somos todos nosotros. Siempre, a todo momento. La bondad es solamente un acto de cobardía, casi de pereza.
Vi en todos nosotros, de pronto, al violador, al abusador, al asesino, a la envenenadora, al ladrón, al traidor y al torturador. Sus caras eran la clara muestra de una gárgola que está dispuesta a todo. Las facciones de todos nosotros se iban transformando y veía, como en una película, a los personajes malvados, a los malos.
Los malos estamos acá, dispuestos a accionar en cualquier momento. Los malos somos todos. No me mires mal, no me tengas miedo, o por lo menos no me tengas menos miedo que el que te tenés que tener a vos mismo. La tragedia de soportar la felicidad inmensa de estar vivos nos hizo malos. Nos malcrió. Es que es tan sospechosa la felicidad que ocurre cuando nos damos cuenta de que estamos vivos, que nos da bronca no ser felices.
Tengamos cuidado, extremo cuidado, con nosotros mismos y no te excluyas. Viví aterrado, sospechando del otro porque el otro es un malvado hijo de puta. Cuidado con todos, cuidado con nosotros, cuidado señoras y señores, cuidado con todos porque estamos a punto de cometer lo peor en todo momento. Comprate una alarma, un revólver. Che, boludo, ¡¿cómo que entregaste el arma en plan de desarmarte?! No seas idiota, querés, y entendé que nos van a matar a todos, o todos nos vamos a matar, que es lo mismo o peor. Cuidado con todos, hasta con la viejita que pide. Qué miedo me da que no tengas el auto blindado, bobo. Comprate un espejo retrovisor de esos que vienen para el hombro, y cuidate del que viene caminando atrás. No digas nada a nadie, no comentes, no des tu mail guarda que el celular está pinchado sacale la batería, si tenés que charlar de algo serio no te vayas de tu casa sin dejar alguna luz encendida, no dejes el auto sin la traba del volante, no des ni la hora.
Es tarde te va a matar el menos esperado, ¡tarado! Esto es un anuncio de suma importancia, lo escribí en una confitería: ¡los malos somos todos!
No vayas más al cine, es peligrosísimo: el de atrás tiene un cuchillo. No pares a cargar nafta, te roban. Cuando se te pare el auto dejalo ahí nomás. No preguntes ni la hora. Venden unos rociadores que vienen en un envase como el Off para paralizar a los delincuentes, llevate uno en la cartera o en el bosillo del caballero. No duermas, últimamente es mortal. Te cuento cómo es: viene uno al que ni escuchas, sigilosamente se hace el hombre arana, entra por la ventana y te pone un caño en la sien, preguntale a Laje. No comas nada, se comenta que las grandes empresas de fast food le están poniendo veneno a las hamburguesas. No mires mal a nadie, ahora por mirar mal te matan. Buscá sentarte solo en el colectivo o en el tren, el que se te sienta al lado es el asesino. Ni se te ocurra ir a un restaurante a comer, todos los comensales allí presentes tienen un plan, consiste en lo siguiente: esperar a que te sientes, cerrar las puertas y matarte, por supuesto sin antes robarte.
No salgas del país, se comenta que el personal de migración anda buscando al desertor. Te comento cómo es: te miran la documentación, la cara, documentación, cara, documentación, cara y ¡pum!, sacan un puñal y te la dan. A veces el títere que grita, grita para confundir al otro títere y darle por atrás.
Yo sé que nadie me va a tomar en serio, y esto me llena de impotencia y desesperación, pero te pido por favor: andá a la ferretería y comprá candados y, si es posible, cadenas también ¡Ah! Venden unos carteles de “cuidado con el perro” que son muy convenientes. Ya que estás comprate una traba para la puerta y un rastrillo por si el mal está debajo de la cama. También divorciate, es tu pareja el traidor. Por supuesto, poné rejas en todas las ventanas y en la memoria 1 del teléfono de la mesa de luz no tengas a la cana. Te juro por Dios, haceme caso, es mejor no salir más, quedate en casa y cocinate rico, alquilate una película y andate a dormir tranquilo.
Me imagino que ya tenés la parejita de rotweillers ¡Uf! Menos mal. Bue, ellos te van a avisar, nunca subestimes cuando chumba esa raza. ¿Tu alarma tiene botón de “panic”, no? Bueno, ahora sí me quedo tranquilo, ahora no te va a pasar nada.
Ah, me olvidaba… Esta cabecita mía… es que estoy de novio, ¿viste? El último consejo: vos podés ser extremadamente peligroso para vos, matate, a ver si te matas, ¿viste? Mañana llamame así me quedo tranquilo que no te pasó nada, pero llamame, eh. Ah, ¡no! Cierto que estas muerto. Perdoname, es que me estoy volviendo loco.
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